por admin | Dic 8, 2021 | Aceptación, Autocompasión, psicología
¿Te suena la palabra autocompasión? ¿Qué haces para cuidar de ti mismo y de tu salud mental? ¿Cuántos mensajes de crítica puedes darte a lo largo del día? ¿Eres tu peor enemigo? En este post vamos a ver cómo nos puede beneficiar ser más autocompasivos y cuidar de nosotros mismos.
Definición de autocompasión
La autocompasión significa ser amables y comprensivos con nosotros mismos, sobre todo ante nuestros fallos y errores. Significa adoptar una visión más amable hacia nosotros mismos, alejarnos del machaque y la crítica continua. Así contribuimos a aliviar nuestro malestar y sufrimiento desde la raíz, es decir, de manera intrínseca y no atribuyéndolo a factores externos que no depende de nosotros.
Los primeros pasos hacia la autocompasión pasan por aceptar lo que nos está pasando. Darnos cuenta que cómo humanos, igual que otras personas, también nos equivocamos, cometemos errores y no siempre las cosas suceden cómo me gustaría. Aceptar ese sufrimiento y ser amables y compasivos con nosotros mismos, de igual forma que lo seríamos con alguien que está pasando por una situación similar a la nuestra. Ser compasivos con nosotros mismos también pasa por ser compasivos con los demás.
Por otro lado debemos diferenciar entre autocompasión y autocompadecernos. Ser autocompasivos implica aceptar mi situación y ser amable conmigo mismo, permitirme el error. Autocompadecernos es entrar en una actitud de queja, de lástima y victimismo que mucho se aleja del alivio de nuestro sufrimiento.
La autocompasión también se asocia con una mayor capacidad de recuperación emocional, con autoconceptos más precisos, con comportamientos de relación más solidarios, así como con un menor narcisismo y con menor ira reactiva. Pero, cómo puedo ser más autocompasivo? Aunque parezca difícil es una habilidad que podemos entrenar.
¿Qué puedo hacer para ser más autocompasivo?
Cuidar de nosotros mismos y practicar la autocompasión supone asumir en muchas ocasiones un cambio de perspectiva. Aprender a relacionarnos con nosotros mismo de otra forma y desliteralizar parte de nuestro contenido mental y las críticas que nos dirigimos.
Humanidad. Ser conscientes y darnos cuentas que todos somos seres humanos y todos compartimos el sufrimiento. Que no estamos tan lejos los unos de los otros y que lo que sufre otra persona es parecido a lo que estoy sufriendo yo.
Amabilidad. Comienza a ser más amable contigo mismo. Bajo el concepto de humanidad, al igual que serías amable con otra persona que está sufriendo, se amable también contigo mismo. Cambia el lenguaje que empleas contigo hacia un lenguaje más amable, escucha tus necesidades y comienza a darte amor.
Amplia el foco. Ampliar el foco significa relativizar el problema, verlo desde una perspectiva mucho más amplia y valorando otras posibilidades y otros factores que hayan entrado en juego. Así podremos darnos cuenta que nuestros «fallos» no son tan categóricos como creíamos.
Aceptar. Aceptar que nuestras emociones son valiosas, nos gusten más o menos. Relacionarnos con ellas de una forma más abierta, sin querer o hacer que se marchen, abrazándolas y dándoles su lugar.
Mindfulness. Practicar mindfulness nos conecta al momento presente. Nos hace más conscientes de nuestro mundo interior pudiendo así gestionar más fácilmente aquellas situaciones y emociones difíciles en las que me encuentro.
Como hemos comentado antes, la autocompasión es un habilidad que se puede entrenar y adquirir. Si no estás pasando por un buen momento, necesitas ayuda y nuevas formas de gestionar tu sufrimiento, no dudes en ponerte en manos de un profesional de salud mental.
En Casaleiz Psicología somos especialistas en problemas de ansiedad y gestión emocional. Pide una cita con nosotros, estamos a tu lado para ayudarte.
por admin | Nov 15, 2021 | prevención, psicología, valores
Los valores personales son las cosas que son importantes para nosotros, las características y comportamientos que nos motivan y guían nuestras decisiones. Algunos ejemplo de valores personales serían la honestidad, el cuidado de nuestros seres queridos, el respeto, la amistad… Cada uno elegimos nuestros valores y no hay uno más importante que otro. Cada uno de nosotros los establecemos libremente a fin de adecuarlos a nuestro estilo de vida, cumplimiento de metas y satisfacción de necesidades.
Valores personales y dirección vital
Los valores personales dan sentido a nuestras vidas y a la manera en la que nos comportamos. Actuar en consecuencia a nuestros valores supone seguir haciéndolo a pesar de los obstáculos que puedan aparecer. Así, si para mí es importante practicar deporte, lo haré a pesar de la pereza que puede suponer ir al gimnasio después de una dura jornada laboral. En ocasiones, comportarnos de acuerdo a nuestros valores es complicado, pues entran en juego emociones y pensamientos . De esta manera comenzamos a actuar en función de mis emociones para tratar de aliviarlas. O, por el contrario, damos tanta credibilidad a nuestros pensamientos que nos alejamos de nuestros valores. El trabajo que se hace en terapia con respecto a valores personales es fundamental. A veces, debido a problemas vitales o a problemas psicológicos, podemos perder la conexión con valores y nuestra dirección vital. No sabemos a dónde nos dirigimos ni qué sentido tiene nuestra vida. Así de aprende a volver a entrar en contacto con ellos y a actuar en consecuencia a pesar de emociones y pensamientos que hagan que nos alejemos, Los valores pueden motivar la conducta incluso frente a las adversidades personales más duras.
Espacio para el sufrimiento
Alejarnos de nuestros valores personales hace que se cree una ventana para el sufrimiento. Cuando dejamos de actuar en consecuencia de lo que es importante para nosotros nos alejamos de cómo queremos ser en realidad y eso conlleva un malestar asociado. Es imposible eliminar todo malestar de nuestra vida pero, si a pesar de la adversidad seguimos actuando de manera valiosa para nosotros, no convertiremos ese malestar en sufrimiento. Así nos centramos en aquello que podemos controlar de forma directa, que son nuestras acciones orientadas al valor en vez de controlar emociones y pensamientos para poder orientarme al valor. El propósito es seguir manteniendo mis acciones valiosas en presencia de mi mundo interno, a veces difícil de manejar. Es poder seguir una dirección a pesar del malestar que esté sufriendo. De esta forma nuestra vida seguirá teniendo sentido y nuestro ajuste psicológico será más adaptativo.
Como psicóloga en Málaga en Casaleiz Psicología estamos a tu lado para cuando nos necesites. No dudes en ponerte en contacto con nosotros y reservar una cita. Tu salud mental es importante.
por admin | Oct 7, 2021 | Aceptación, Miedo, psicología
Sentir miedo es algo normal y adaptativo. Funciona como una alarma que nos prepara para afrontar el peligro y poner en marcha diferentes estrategias. Cuando percibimos una amenaza, el sentimiento de miedo hace que luchemos, que nos enfrentemos al peligro o, por el contrario, que nos retiremos y nos pongamos a salvo. Evolutivamente, su utilidad ha hecho que sobrevivamos como especie. A día de hoy ya no nos tenemos que preocupar por sobrevivir, pero el miedo sigue con nosotros. Ahora sentimos miedo por otra serie de cosas ya no tan ligadas a la supervivencia pero este sentimiento nos sigue siendo útil para afrontar diferentes situaciones. El problema radica cuando nuestros miedos nos impiden o limitan llevar a cabo nuestra vida con normalidad.
¿Qué son los miedos irracionales?
La sensación de miedo viene producida por un estímulo real que resulta amenazante. Por ejemplo, tenerle miedo a las alturas. Cuando nos encontramos en lugares altos podríamos caer al vacío. Es una situación que amenaza a nuestra supervivencia y en la que es adaptativo sentir miedo. Por el contrario, el miedo irracional es aquel que sentimos ante estímulos que no suponen amenaza para la vida. Sentir miedo cuando vemos un caracol no parece que sea muy adaptativo para nuestra supervivencia aunque el miedo que sentimos es real. Estos miedos son condicionados, es decir, no vienen «de fábrica» sino que son miedos aprendidos. En algún momento de nuestro pasado, sucedió algo relacionado con el estímulo que nos da miedo y aprendimos a tener miedo. Estos miedos, en muchas ocasiones, se pueden volver limitantes a la hora de llevar una vida normal. Tener miedo a los caracoles no parece muy limitante, pues no todos los días vemos caracoles. Pero, ¿qué pasaría si tengo miedo a hablar en público y me gano la vida como profesora? Como psicóloga en Málaga te expongo algunos tips para afrontar estos miedos irracionales.
¿Qué podemos hacer?
Aprender a gestionar nuestros miedos es fundamental para que no nos limiten en nuestro día a día y no dejemos de hacer aquello que es importante para nosotros. ¿Qué podemos hacer para gestionar el miedo?
REONOCER. Conocer nuestros miedos es el primer paso para poder intervenir sobre ellos. Ser consciente de a qué le tengo miedo. Conocer las sensaciones físicas asociadas a la emoción y saber en qué consiste la experiencia de miedo. Cuando soy consciente de todo esto me resultará más sencillo reconocer mi sentimiento de miedo. Si nos familiarizamos con esto, nos resultará más fácil gestionarlo.
ACEPTAR. ¿Qué haces o dejas de hacer para evitar tus miedos? ¿Te está sirviendo de algo? ¿Cómo se ve limitada tu vida? Querer evitar o hacer que desaparezca el sentimiento de miedo es el primer error para poder afrontarlo, sencillamente porque no podemos eliminar emociones. Aceptar que sentimos miedo ante ciertas situaciones o estímulos nos ayudará a poder estar en contacto con aquello a lo que tememos y ver que no pasa nada por ello. La emoción de miedo es solo eso, una emoción y debemos aprender a vivir con ella.
ACTUAR EN FUNCIÓN A NUESTROS VALORES. Seguir haciendo aquello que es importante para nosotros a pesar del sentimiento de miedo. Cuando dejamos de hacer aquello que es valioso para nosotros aparece el malestar. De esta forma, sumamos el sentimiento de malestar a la emoción de miedo, por lo que me sentiré mal doblemente: por sentir miedo y por dejar de hacer aquello que quiero hacer. Debemos pues prender a vivir a pesar de nuestro miedo.
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por admin | Sep 8, 2021 | Activación conductual, Apatía, psicología
¿Qué es la apatía?
La apatía es un estado de ánimo en el que la persona que lo sufre siente desinterés, falta de motivación y entusiasmo por los diferentes aspectos de la vida. Seguramente todos nosotros nos hemos sentido apáticos en algún momento, sin ganas de hacer nada a pesar de tener la obligación de hacerlo. Cuando nos encontramos en un estado de apatía es muy frecuente sentir falta de motivación, desilusión y desinterés y por ello dejemos de hacer las cosas con las que antes disfrutábamos.
La apatía puede estar relacionada y puede ser síntoma de otras enfermedades y trastornos psicológicos. Por ejemplo, es uno de los principales síntomas que sufren las personas con depresión. También es muy frecuente en las personas que sufren demencia o alzheimer. El desgaste diario sufrido por la ansiedad y el estrés nos puede llevar a este estado de ánimo apático, en el que no nos apetece atender a más demandas. Otro tipo de enfermedades como la anemia o infecciones también pueden provocar estados de apatía.
¿Cómo funciona la apatía?
Como ya hemos comentado anteriormente, la apatía hace que nos encontremos en un estado de ánimo bajo, caracterizado por la falta de motivación e interés para realizar nuestras actividades diarias. Algunas de las actividades que dejamos de lado son obligaciones y tareas importantes que no podemos desatender, como por ejemplo el trabajo. Esto nos puede traer consecuencias importantes. Por otro lado dejamos de atender también nuestros hobbies y actividades que son gratificantes para nosotros. Esto hace que dejemos de sentir satisfacción y gradualmente dejemos de hacer aquello con lo que antes disfrutábamos.
El problema de todo esto es que cuantas más cosas dejemos de hacer, menos oportunidades tendremos de ser recompensados y poder experimentar sensaciones agradables y, por lo tanto, menos ganas tendremos de hacer cosas. Esto es a lo que llamamos círculos viciosos: como no tengo ganas de hacer nada no hago nada y como no hago nada no tengo ganas de hacerlo.
Otro factor importantes es que la persona que se siente apática está esperando a recuperar su ánimo y sus ganas para volver a retomar aquellas cosas que ha dejado de hacer. Y así, puede estar indefinidamente esperando a que esas ganas vuelvan. ¿Cuánto tiempo puede sacrificar una persona esperando este cambio? ¿Y si las ganas nunca vuelven? ¿Vamos a dejar de llevar la vida que deseamos llevar? ¿Y si le damos la vuelta a la tortilla y empezamos a hacer cosas a pesar del sentimiento de apatía?
La activación conductual
Como ya sabemos, el sentimiento de apatía provoca que dejemos de hacer aquellas cosas importantes para nosotros. Debido a esta falta de actividad podemos experimentar otras muchas emociones como tristeza, ansiedad o vacío. Todo ello hará que según avance el tiempo nos sea más difícil salir de este estado anímico. La activación conductual es un tipo de terapia psicológica que nos ayuda a salir de esta situación.
La activación conductual propone poner de nuevo en marcha a la persona, hacer que retome poco a poco las cosas que ha dejado de hacer y ayudarla a reconectar con las sensaciones de bienestar que experimentaba cuando hacía estas cosas. Se debe empezar por objetivos sencillos y fáciles de cumplir para la persona y gradualmente ir añadiendo tareas. El objetico final es recuperar la vida que la persona llevaba anteriormente. Entre terapeuta y paciente se elaborará la lista de tareas. Es fundamental que los objetivos sean claros y asequibles para que la persona se pueda comprometer a llevarlos a cabo. De esta forma de rompen los círculos viciosos y la persona puede retomar su vida. Por otro lado también es muy importante trabajar a su vez la gestión emocional durante la terapia.
por admin | Ago 2, 2021 | prevención, psicología, Suicidio
Hablar de suicidio sigue siendo un tema tabú en nuestra sociedad. Parece ser que nos da miedo hablar sobre conducta suicida. Si damos visibilidad o hablamos del tema nos parece que estamos empujando a la persona que está contemplando esta alternativa a que termine haciéndolo. Pero nada más lejos de la realidad.
Estadísticas y prevalencia del suicidio
En España se producen diez suicidios de media al día. En el año 2019, la incidencia de muertes por suicidio aumentó en un 3,7%. Se puede decir que es el mayor problema de salud pública en Europa. La conducta suicida se produce más comúnmente en varones que en mujeres. También es más elevado el número de suicidios en pueblos que en ciudades. Un 85% de los suicidios está relacionado con enfermedad mental como depresión o ansiedad. Y, a pesar de todos estos datos, aún siguen faltando recursos de prevención.
Algunos recursos para fomentar la prevención de la conducta suicida pasaría por ofrecer mayor formación a los profesionales de atención primaria. La formación de equipos especializados en salud mental y conducta suicida en atención primaria se hace un recurso indispensable. Darle visibilidad a este tema en nuestra sociedad es otro aspecto fundamental. No existe de lo que no se habla. De igual modo, un teléfono gratuito de atención para personas que están pensando en suicidarse podría frenar y disminuir el número de suicidios.
Mitos y realidades de la conducta suicida.
Son muchas las ideas erróneas que se tienen en torno a la conducta suicida y las características de las personas que están pensando en suicidarse o finalmente lo hacen. Veamos algunas de ellas.
«LA PERSONA QUE DICE QUE SE VA A SUICIDAR NO TERMINA HACIÉNDOLO» Se ha demostrado que un alto porcentaje de personas que se han suicidado dijeron clara y abiertamente su propósito de suicidarse o habían hablado del tema.
«LAS PERSONAS QUE SE SUICIDAN SON COBARDES/VALIENTES» La persona que finalmente se suicida es una persona que sufre. Estas personas no encuentra otra salida para aliviar su sufrimiento. Prefieran morir a seguir viviendo la vida que llevan.
«HABLAR DE SUICIDIO PROVOCA SUICIDIO» Hablar con una persona que está pensando en suicidarse sobre sus pensamientos suicidas y lo que la hace sufrir disminuye el riesgo. Ver que no está sola y proponerle otras alternativas hace que se pueda replantear esta alternativa.
Cosas que podemos hacer para ayudar a alguien que está pensando en suicidio
Hablar con la persona que está pensando en suicidarse, escucharle y dejar que se exprese y muestre sus sentimientos le ayudará a aliviar su carga.
No expresar asombro o espanto ante la idea y sus verbalizaciones. Podemos expresarle nuestra preocupación sobre lo que nos está contando y ofrecerle nuestra ayuda.
No juzgar ni cuestionar si el suicidio es la decisión correcta. No entremos en darle un sermón o trasmitirle la importancia y el valor de la vida. Podemos decirle que hay alternativas pero sin entrar en consejos vacíos.
No dejar sola a la persona que esté pensando en quitarse la vida. A pesar de ello tampoco entrar en un control excesivo.
Se pueden tomar medidas preventivas, retirando o controlando elementos que puedan suponer un riesgo para la vida. Pedir ayuda a familiares, amigos o asistencia sanitaria si lo viéramos necesario, a pesar de que esto suponga romper la confidencialidad de lo hablado con esta persona. Prevenir mejor que curar.
El suicidio sigue siendo un tema controvertido en nuestra sociedad. Queda mucho por hacer y muchos recursos que implementar para su prevención. Si estás sufriendo, estás pasando por un mal momento o estás teniendo pensamientos sobre acabar con tu vida no dudes en hablar con alguien cercano o acudir a un especialista.
En Casaleiz Psicología estamos a tu lado para ayudarte.
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