Gestionar los impulsos

Gestionar los impulsos

¿A qué llamamos impulso? Un impulso viene construido por la emoción que estemos sintiendo en un momento dado. Esa emoción nos da información y nos mueve a actuar. Por ejemplo, si sentimos enfado nuestro impulso puede ser de gritar o golpear algo. Esto es una reacción normal, pero ¿en qué medida me es útil dejarme llevar por el impulso, por la emoción? En muchas ocasiones sufrimos por ser impulsivos, pues actuamos de una manera que luego me hace sentir mal por no estar alineado con nuestros valores. Vamos a ver cómo podemos gestionar los impulsos.

¿Cómo identificar los impulsos?

Identificar el impulso es saber identificar que una emoción ha venido a visitarte. Se compone de sensaciones físicas y pensamientos asociados. Si aprendo a identificar esto, es mucho más probable que pueda gestionar el impulso y decidir de manera más racional cómo quiero actuar. Es decir, tomar consciencia. Pongamos un ejemplo: cuando siento el impulso de comer algo porque me estoy sintiendo ansioso. Puedo sentir cierta salivación, sensación de inquietud por levantarme e ir a la cocina, pensamientos sobre lo que me apetecería comer, sensación de hambre, urgencia por comer, etc. Reconocer esto conlleva un poco de práctica, pero si te propones prestar atención a lo que sucede cada vez te será más fácil reconocerlo. Así, podrás tomar de manera menos contaminada la decisión de actuar de una manera u otra. Porque el objetivo no es siempre salvar el impulso, si no actuar de manera consciente; libre.

Seguir o no seguir el impulso

La finalidad de aprender a gestionar el impulso es actuar y tomar decisiones de manera que nos acerquemos a aquella persona que nos gustaría ser; actuar en relación a nuestros valores. Una vez que aprendemos a identificar cómo nos estamos sintiendo y el impulso a actuar de una manera determinada, podríamos hacernos la siguiente pregunta: ¿si actúo según mi impulso estaré actuando como la persona que quiero ser? Si actuamos de manera congruente con nuestro valor, aunque pueda resultar difícil porque mi impulso me lleva en otra dirección, una vez pasada la emoción me sentiré bien por haber actuado de esta manera. Si me dejo llevar por el impulso puede que a corto plazo mi emoción moleste menos, pero a largo plazo no me sentiré bien por haber actuado así. Aprender a gestionar nuestros impulsos es una inversión hacia el futuro para no generar malestar.

Técnica del intervalo para gestionar el impulso

Una buena manera para gestionar el impulso es tomarnos un tiempo para decidir de qué manera quiero comportarme. Identificar cómo me siento en primer momento, tomarme un tiempo (pueden ser simplemente unos minutos) para pensar y valorar las consecuencias de mi comportamiento y, una vez que hayamos decidido, actuar. De esta manera puede que nos resulte mucho más fácil. Tomando distancia de nuestras emociones para actuar de manera no contaminada por ellas.

Si crees que necesitas ayuda psicológica no dudes en ponerte en contacto con un profesional de la salud mental. En Casaleiz Psicología estamos a tu lado para ayudarte. No dudes en ponerte en contacto con nosotros.

Etiquetas y esquemas mentales

Etiquetas y esquemas mentales

¿Cómo te definirías? ¿Qué etiquetas definen tu personalidad? ¿Qué concepción tienes de ti mismo? A unos nos resulta más fácil que otros describirnos, pero lo que es seguro, es que todos tenemos etiquetas y esquemas mentales sobre nosotros mismos. En este post vamos a ver de qué manera esto nos influye o nos limita en nuestro día a día y en nuestro autoconcepto.

Hablemos de autoconcepto

El autoconcepto es la manera en la que nos percibimos a nosotros mismos. Aquello que pensamos de nosotros, cómo nos describimos, qué cualidades o defectos presentamos… Y para todo ello usamos etiquetas y esquemas mentales en los que encajar y que nos definan. Por ejemplo, podríamos decir que somos amables, extrovertidos, torpes o tranquilos. ¿Qué pasa entonces cuando mi comportamiento no encaja en aquellas etiquetas que “me definen”? Pues que me siento mal conmigo mismo porque no me “reconozco”. Si me considero amable pero un día no ofrezco mi ayuda o si me etiqueto como una persona tranquila y un día le grito a alguien, mi autoconcepto se ve en peligro. Por el contrario, si me creo mi etiqueta de torpe, nunca intentaré nada nuevo porque simplemente soy torpe y no voy a saber hacerlo. Esto nos lleva a ser personas rígidas y no permitirnos cambiar y comportarnos según el contexto y no en función de las etiquetas. Vivir de acuerdo al yo-concepto no tiene sentido.

Autoestima y autoconcepto

Definimos nuestra autoestima en función a nuestro autoconcepto. Es decir, si tengo una imagen de mi pobre y negativa, mi autoestima será baja y viceversa. Si por el contrario me dejara fluir con los acontecimientos y responder a ellos de la manera más adaptativa y no en concordancia a mis etiquetas, mi autoestima no se vería afectada. Cambiemos entonces la manera de hablar y no digamos “yo soy” si no “yo me suelo comportar” de tal o cual manera. Elegir cómo me quiero comportar en diferentes situaciones va ligado a nuestros valores. Como los valores son algo que no cambian de un día a otro, solemos comportarnos de una manera más o menos estable. Pero si un día me comporto de manera diferente no conectaré con ese malestar, pues me permito poder hacerlo. Soy flexible. Así, si un día en una conversación acalorada le grito a alguien (manera en la que no me suelo comportar) no me culpo ni me crítico, si no que pido perdón. Actuando de esta manera en función a mis valores.

La autocompasión

Pasemos entonces de la crítica a la autocompasión. La autocompasión significa ser amables y comprensivos con nosotros mismos, sobre todo ante nuestros fallos y errores. Significa adoptar una visión más amable hacia nosotros mismos, alejarnos del machaque y la crítica continua. Así contribuimos a aliviar nuestro malestar y sufrimiento. Si nuestro comportamiento de aleja de aquel con el que me siento cómodo, lo reconozco y vuelvo a comportarme de acuerdo a mis valores. Sin críticas y permitiéndonos el proceso.

Así que huye de tus etiquetas y compórtate de acuerdo al contexto y a tus valores. El cambio es lo único estable.

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Las emociones y su gestión.

Las emociones y su gestión.

Las emociones son aquello que sentimos ante un estímulo. La presencia de una persona o un acontecimiento genera en nosotros una respuesta emocional. Esta respuesta emocional también se manifiesta en nuestro cuerpo de manera física. Por ejemplo podemos sentir cómo se nos acelera el corazón en una situación de ansiedad, cómo se me crea un nudo en la garganta cuando siento pena o como nos sube una sensación de calor ante el enfado. Conocer cuáles son mis emociones y cómo se manifiestan es fundamental para una buena gestión emocional.

Autoconocimiento emocional

Conocer nuestro mundo interno y qué está sucediendo dentro de nosotros es la clave para poder autorregular nuestro estado emocional. Para ello es útil explorar a lo largo del día cómo me estoy sintiendo o qué me hace sentir determinada situación. Es importante parar, tomarnos un tiempo para nosotros mismos y poder identificar qué emociones estoy sintiendo. Sólo desde el autoconocimiento y la consciencia de lo que sucede puedo gestionar mis emociones. Aquello de lo que no soy consciente pasará desapercibido y no podré intervenir sobre ello, quedando así a merced de mis emociones.

 

La evitación experiencial

El mayor problema con respecto a la gestión emocional es la evitación experiencial. Queremos evitar sentir determinadas emociones que calificamos como “negativas” y hacemos todo lo posible por huir de ellas. No estamos dispuestos a entrar en contacto con ellas. La trampa de todo esto es que no podemos escapar de nuestras emociones, por mucho que luchemos contra ellas y las queramos modificar. Por ello, la única solución es aceptar aquello que sucede dentro de mí. Aprender a quedarnos en presencia de nuestras emociones y ver qué podemos aprender de ellas. Si abandonamos la lucha, tendremos una oportunidad para su gestión hacia un resultado más adaptativo.

 

La gestión emocional

Como se ha comentado antes, para una buena gestión emocional, primero debemos conocer y ser conscientes de cómo nos estamos sintiendo y que emoción estamos experimentando. Mantenernos abiertos a nuestras emociones y sin juicio sería el primer paso. Una vez que aceptamos nuestra emoción debemos fomentar un pensamiento reflexivo sobre aquello que me está haciendo sentir así y las decisiones derivadas que pueda tomar con respecto a la situación. Es importante que determinemos cuál será la actuación que queramos llevar a cabo, a pesar de cómo nos estemos sintiendo. De esta manera podremos seguir comprometidos con aquello que es importante para nosotros y no actuar en función de la emoción que esté experimentando. Así puedo decidir seguir comprometida con hacer deporte a pesar del sentimiento de pereza que pueda sentir, por ejemplo.

Expresar nuestras emociones también es importante para su autorregulación. Exteriorizar a otra persona como me siento, escribir, hacer deporte, cocinar, llorar, escuchar música… son formas diferentes de expresión y liberación emocional.

Por otro lado, la práctica de mindfulness también es una buena herramienta para la gestión y autorregulación emocional.

 

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La importancia de los valores personales para un buen ajuste psicológico

La importancia de los valores personales para un buen ajuste psicológico

Los valores personales son las cosas que son importantes para nosotros, las características y comportamientos que nos motivan y guían nuestras decisiones. Algunos ejemplo de valores personales serían la honestidad, el cuidado de nuestros seres queridos, el respeto, la amistad… Cada uno elegimos nuestros valores y no hay uno más importante que otro. Cada uno de nosotros los establecemos libremente a fin de adecuarlos a nuestro estilo de vida, cumplimiento de metas y satisfacción de necesidades

 

Valores personales y dirección vital

Los valores personales dan sentido a nuestras vidas y a la manera en la que nos comportamos. Actuar en consecuencia a nuestros valores supone seguir haciéndolo a pesar de los obstáculos que puedan aparecer. Así, si para mí es importante practicar deporte, lo haré a pesar de la pereza que puede suponer ir al gimnasio después de una dura jornada laboral. En ocasiones, comportarnos de acuerdo a nuestros valores es complicado, pues entran en juego emociones y pensamientos . De esta manera comenzamos a actuar en función de mis emociones para tratar de aliviarlas. O, por el contrario, damos tanta credibilidad a nuestros pensamientos que nos alejamos de nuestros valores. El trabajo que se hace en terapia con respecto a valores personales es fundamental. A veces, debido a problemas vitales o a problemas psicológicos, podemos perder la conexión con valores y nuestra dirección vital. No sabemos a dónde nos dirigimos ni qué sentido tiene nuestra vida. Así de aprende a volver a entrar en contacto con ellos y a actuar en consecuencia a pesar de emociones y pensamientos que hagan que nos alejemos, Los valores pueden motivar la conducta incluso frente a las adversidades personales más duras. 

 

Espacio para el sufrimiento

Alejarnos de nuestros valores personales hace que se cree una ventana para el sufrimiento. Cuando dejamos de actuar en consecuencia de lo que es importante para nosotros nos alejamos de cómo queremos ser en realidad y eso conlleva un malestar asociado. Es imposible eliminar todo malestar de nuestra vida pero, si a pesar de la adversidad seguimos actuando de manera valiosa para nosotros, no convertiremos ese malestar en sufrimiento. Así nos centramos en aquello que podemos controlar de forma directa, que son nuestras acciones orientadas al valor en vez de controlar emociones y pensamientos para poder orientarme al valor. El propósito es seguir manteniendo mis acciones valiosas en presencia de mi mundo interno, a veces difícil de manejar. Es poder seguir una dirección a pesar del malestar que esté sufriendo. De esta forma nuestra vida seguirá teniendo sentido y nuestro ajuste psicológico será más adaptativo. 

 

Como psicóloga en Málaga en Casaleiz Psicología estamos a tu lado para cuando nos necesites. No dudes en ponerte en contacto con nosotros y reservar una cita. Tu salud mental es importante. 

Conducta suicida, mitos y realidad.

Conducta suicida, mitos y realidad.

Hablar de suicidio sigue siendo un tema tabú en nuestra sociedad. Parece ser que nos da miedo hablar sobre conducta suicida. Si damos visibilidad o hablamos del tema nos parece que estamos empujando a la persona que está contemplando esta alternativa a que termine haciéndolo. Pero nada más lejos de la realidad.

Estadísticas y prevalencia del suicidio

En España se producen diez suicidios de media al día. En el año 2019, la incidencia de muertes por suicidio aumentó en un 3,7%. Se puede decir que es el mayor problema de salud pública en Europa. La conducta suicida se produce más comúnmente en varones que en mujeres. También es más elevado el número de suicidios en pueblos que en ciudades. Un 85% de los suicidios está relacionado con enfermedad mental como depresión o ansiedad. Y, a pesar de todos estos datos, aún siguen faltando recursos de prevención.

Algunos recursos para fomentar la prevención de la conducta suicida pasaría por ofrecer mayor formación a los profesionales de atención primaria. La formación de equipos especializados en salud mental y conducta suicida en atención primaria se hace un recurso indispensable. Darle visibilidad a este tema en nuestra sociedad es otro aspecto fundamental. No existe de lo que no se habla. De igual modo, un teléfono gratuito de atención para personas que están pensando en suicidarse podría frenar y disminuir el número de suicidios.

Mitos y realidades de la conducta suicida.

Son muchas las ideas erróneas que se tienen en torno a la conducta suicida y las características de las personas que están pensando en suicidarse o finalmente lo hacen. Veamos algunas de ellas.

«LA PERSONA QUE DICE QUE SE VA A SUICIDAR NO TERMINA HACIÉNDOLO» Se ha demostrado que un alto porcentaje de personas que se han suicidado dijeron clara y abiertamente su propósito de suicidarse o habían hablado del tema.

«LAS PERSONAS QUE SE SUICIDAN SON COBARDES/VALIENTES» La persona que finalmente se suicida es una persona que sufre. Estas personas no encuentra otra salida para aliviar su sufrimiento. Prefieran morir a seguir viviendo la vida que llevan.

«HABLAR DE SUICIDIO PROVOCA SUICIDIO» Hablar con una persona que está pensando en suicidarse sobre sus pensamientos suicidas y lo que la hace sufrir disminuye el riesgo. Ver que no está sola y proponerle otras alternativas hace que se pueda replantear esta alternativa.

Cosas que podemos hacer para ayudar a alguien que está pensando en suicidio

Hablar con la persona que está pensando en suicidarse, escucharle y dejar que se exprese y muestre sus sentimientos le ayudará a aliviar su carga.

No expresar asombro o espanto ante la idea y sus verbalizaciones. Podemos expresarle nuestra preocupación sobre lo que nos está contando y ofrecerle nuestra ayuda.

No juzgar ni cuestionar si el suicidio es la decisión correcta. No entremos en darle un sermón o trasmitirle la importancia y el valor de la vida. Podemos decirle que hay alternativas pero sin entrar en consejos vacíos.

No dejar sola a la persona que esté pensando en quitarse la vida. A pesar de ello tampoco entrar en un control excesivo.

Se pueden tomar medidas preventivas, retirando o controlando elementos que puedan suponer un riesgo para la vida. Pedir ayuda a familiares, amigos o asistencia sanitaria si lo viéramos necesario, a pesar de que esto suponga romper la confidencialidad de lo hablado con esta persona. Prevenir mejor que curar.

El suicidio sigue siendo un tema controvertido en nuestra sociedad. Queda mucho por hacer y muchos recursos que implementar para su prevención. Si estás sufriendo, estás pasando por un mal momento o estás teniendo pensamientos sobre acabar con tu vida no dudes en hablar con alguien cercano o acudir a un especialista.

En Casaleiz Psicología estamos a tu lado para ayudarte.

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