por admin | Ene 17, 2023 | Aceptación, Defusión, emociones
¿A qué llamamos impulso? Un impulso viene construido por la emoción que estemos sintiendo en un momento dado. Esa emoción nos da información y nos mueve a actuar. Por ejemplo, si sentimos enfado nuestro impulso puede ser de gritar o golpear algo. Esto es una reacción normal, pero ¿en qué medida me es útil dejarme llevar por el impulso, por la emoción? En muchas ocasiones sufrimos por ser impulsivos, pues actuamos de una manera que luego me hace sentir mal por no estar alineado con nuestros valores. Vamos a ver cómo podemos gestionar los impulsos.
¿Cómo identificar los impulsos?
Identificar el impulso es saber identificar que una emoción ha venido a visitarte. Se compone de sensaciones físicas y pensamientos asociados. Si aprendo a identificar esto, es mucho más probable que pueda gestionar el impulso y decidir de manera más racional cómo quiero actuar. Es decir, tomar consciencia. Pongamos un ejemplo: cuando siento el impulso de comer algo porque me estoy sintiendo ansioso. Puedo sentir cierta salivación, sensación de inquietud por levantarme e ir a la cocina, pensamientos sobre lo que me apetecería comer, sensación de hambre, urgencia por comer, etc. Reconocer esto conlleva un poco de práctica, pero si te propones prestar atención a lo que sucede cada vez te será más fácil reconocerlo. Así, podrás tomar de manera menos contaminada la decisión de actuar de una manera u otra. Porque el objetivo no es siempre salvar el impulso, si no actuar de manera consciente; libre.
Seguir o no seguir el impulso
La finalidad de aprender a gestionar el impulso es actuar y tomar decisiones de manera que nos acerquemos a aquella persona que nos gustaría ser; actuar en relación a nuestros valores. Una vez que aprendemos a identificar cómo nos estamos sintiendo y el impulso a actuar de una manera determinada, podríamos hacernos la siguiente pregunta: ¿si actúo según mi impulso estaré actuando como la persona que quiero ser? Si actuamos de manera congruente con nuestro valor, aunque pueda resultar difícil porque mi impulso me lleva en otra dirección, una vez pasada la emoción me sentiré bien por haber actuado de esta manera. Si me dejo llevar por el impulso puede que a corto plazo mi emoción moleste menos, pero a largo plazo no me sentiré bien por haber actuado así. Aprender a gestionar nuestros impulsos es una inversión hacia el futuro para no generar malestar.
Técnica del intervalo para gestionar el impulso
Una buena manera para gestionar el impulso es tomarnos un tiempo para decidir de qué manera quiero comportarme. Identificar cómo me siento en primer momento, tomarme un tiempo (pueden ser simplemente unos minutos) para pensar y valorar las consecuencias de mi comportamiento y, una vez que hayamos decidido, actuar. De esta manera puede que nos resulte mucho más fácil. Tomando distancia de nuestras emociones para actuar de manera no contaminada por ellas.
Si crees que necesitas ayuda psicológica no dudes en ponerte en contacto con un profesional de la salud mental. En Casaleiz Psicología estamos a tu lado para ayudarte. No dudes en ponerte en contacto con nosotros.
por admin | Dic 8, 2021 | Aceptación, Autocompasión, psicología
¿Te suena la palabra autocompasión? ¿Qué haces para cuidar de ti mismo y de tu salud mental? ¿Cuántos mensajes de crítica puedes darte a lo largo del día? ¿Eres tu peor enemigo? En este post vamos a ver cómo nos puede beneficiar ser más autocompasivos y cuidar de nosotros mismos.
Definición de autocompasión
La autocompasión significa ser amables y comprensivos con nosotros mismos, sobre todo ante nuestros fallos y errores. Significa adoptar una visión más amable hacia nosotros mismos, alejarnos del machaque y la crítica continua. Así contribuimos a aliviar nuestro malestar y sufrimiento desde la raíz, es decir, de manera intrínseca y no atribuyéndolo a factores externos que no depende de nosotros.
Los primeros pasos hacia la autocompasión pasan por aceptar lo que nos está pasando. Darnos cuenta que cómo humanos, igual que otras personas, también nos equivocamos, cometemos errores y no siempre las cosas suceden cómo me gustaría. Aceptar ese sufrimiento y ser amables y compasivos con nosotros mismos, de igual forma que lo seríamos con alguien que está pasando por una situación similar a la nuestra. Ser compasivos con nosotros mismos también pasa por ser compasivos con los demás.
Por otro lado debemos diferenciar entre autocompasión y autocompadecernos. Ser autocompasivos implica aceptar mi situación y ser amable conmigo mismo, permitirme el error. Autocompadecernos es entrar en una actitud de queja, de lástima y victimismo que mucho se aleja del alivio de nuestro sufrimiento.
La autocompasión también se asocia con una mayor capacidad de recuperación emocional, con autoconceptos más precisos, con comportamientos de relación más solidarios, así como con un menor narcisismo y con menor ira reactiva. Pero, cómo puedo ser más autocompasivo? Aunque parezca difícil es una habilidad que podemos entrenar.
¿Qué puedo hacer para ser más autocompasivo?
Cuidar de nosotros mismos y practicar la autocompasión supone asumir en muchas ocasiones un cambio de perspectiva. Aprender a relacionarnos con nosotros mismo de otra forma y desliteralizar parte de nuestro contenido mental y las críticas que nos dirigimos.
Humanidad. Ser conscientes y darnos cuentas que todos somos seres humanos y todos compartimos el sufrimiento. Que no estamos tan lejos los unos de los otros y que lo que sufre otra persona es parecido a lo que estoy sufriendo yo.
Amabilidad. Comienza a ser más amable contigo mismo. Bajo el concepto de humanidad, al igual que serías amable con otra persona que está sufriendo, se amable también contigo mismo. Cambia el lenguaje que empleas contigo hacia un lenguaje más amable, escucha tus necesidades y comienza a darte amor.
Amplia el foco. Ampliar el foco significa relativizar el problema, verlo desde una perspectiva mucho más amplia y valorando otras posibilidades y otros factores que hayan entrado en juego. Así podremos darnos cuenta que nuestros «fallos» no son tan categóricos como creíamos.
Aceptar. Aceptar que nuestras emociones son valiosas, nos gusten más o menos. Relacionarnos con ellas de una forma más abierta, sin querer o hacer que se marchen, abrazándolas y dándoles su lugar.
Mindfulness. Practicar mindfulness nos conecta al momento presente. Nos hace más conscientes de nuestro mundo interior pudiendo así gestionar más fácilmente aquellas situaciones y emociones difíciles en las que me encuentro.
Como hemos comentado antes, la autocompasión es un habilidad que se puede entrenar y adquirir. Si no estás pasando por un buen momento, necesitas ayuda y nuevas formas de gestionar tu sufrimiento, no dudes en ponerte en manos de un profesional de salud mental.
En Casaleiz Psicología somos especialistas en problemas de ansiedad y gestión emocional. Pide una cita con nosotros, estamos a tu lado para ayudarte.
por admin | Oct 25, 2021 | Aceptación, Ansiedad
Conocer en qué consiste la ansiedad es fundamental para empezar a gestionarla. La ansiedad es uno de los principales problemas psicológicos de la actualidad. Cada vez son más las personas que sufren ansiedad y que presentan dificultades para desenvolverse en su día a día sin un sentimiento constante de malestar. El propósito de este post, como psicóloga especialista en problemas de ansiedad, es que el lector conozca en qué consiste el sentimiento de ansiedad. De esta manera, desde el conocimiento, nos podremos enfrentar a ella y aprender a gestionarla.
¿En qué consiste la ansiedad?
La ansiedad es un sentimiento que experimentamos y se que se apodera de nosotros cuando nos anticipamos a una situación, a priori amenazante, en la cual percibimos que nuestros recursos para hacerle frente no son suficientes. Juega un papel importante la incertidumbre. A diferencia del miedo, no hay un estímulo presente que nos genere ese sentimiento, sino que son las predicciones de lo que va a suceder lo que nos hace sentir ansiedad.
El sentimiento de ansiedad es adaptativo, pues funciona como una alarma que nos avisa de un posible peligro. El problema viene cuando cualquier cosa se convierte en un peligro y todo nos supone una amenaza. Nos pasamos todo el día alerta y anticipando posibles catástrofes. Esto tiene un gran impacto en nuestro día a día pues todos nuestros esfuerzos van dirigidos a controlar y evitar este sentimiento de ansiedad. ¿Y funciona? Nuestra experiencia nos dice que no, que por mucho que hagamos la ansiedad no se va.
Conocer en qué consiste la ansiedad es fundamental para empezar a gestionarla.
El problema de la evitación de la ansiedad.
¿Cómo nos afecta la evitación experiencial? Cuando sentimos ansiedad todos nuestros esfuerzos van orientados a quitarme esa emoción, a no sentir lo que estoy sintiendo. Comenzamos una lucha contra el sentimiento de ansiedad queriendo que desaparezca a toda costa. Pero ¿todos los esfuerzos que has hecho hasta el momento para librarte de la ansiedad te han servido de algo? Según nuestra experiencia vemos que la ansiedad puede que desaparezca en el momento, pero vuelve a nosotros más tarde como un boomerang. Nunca desaparece.
La evitación experiencial pasa por hacer o dejar de hacer ciertas cosas con la intención de controlar y eliminar el sentimiento de ansiedad y esto nos lleva a alejarnos de lo que es importante para nosotros. Estos esfuerzos de control nos impiden movernos hacia direcciones valiosas y sacrificamos nuestros objetivos. Finalmente es la emoción de ansiedad la que toma las riendas de nuestra vida.
Aceptar la ansiedad para gestionarla.
Tenemos que saber que la aparición de la ansiedad y sus pensamientos asociados es un proceso automático sobre el que nosotros no tenemos control. Los intentos por cambiar esto es una lucha perdida pues es imposible cambiar nuestros sentimientos, emociones y pensamientos. Por otro lado, la emoción de ansiedad no dura para siempre. ¿Qué podemos hacer entonces si no lo podemos cambiar y escapar de la emoción tampoco es útil? Pues aceptar.
Aceptar nuestro mundo interno nos lleva a actuar, a seguir haciendo aquello que quiero hacer a pesar de mi sentimiento de ansiedad. Cuando aceptamos dejamos de estar limitados y podemos decidir en función de nuestros valores, de lo que es importante para nosotros, y no en función de lo que mi ansiedad me dice que haga. Nosotros somos el recipiente, el continente que contiene nuestros sentimientos y pensamientos, pero somos libres de actuar y decidir, independientemente de lo que estemos llenos, es decir, de lo que estemos sintiendo.
Trabajar la aceptación emocional, conocernos y reconocernos es la clave para gestionar nuestro sentimiento de ansiedad y no vernos limitados por ello.
Si necesitas ayuda para gestionar la ansiedad, en Casaleiz Psicología estamos a tu lado para ayudarte.
por admin | Oct 7, 2021 | Aceptación, Miedo, psicología
Sentir miedo es algo normal y adaptativo. Funciona como una alarma que nos prepara para afrontar el peligro y poner en marcha diferentes estrategias. Cuando percibimos una amenaza, el sentimiento de miedo hace que luchemos, que nos enfrentemos al peligro o, por el contrario, que nos retiremos y nos pongamos a salvo. Evolutivamente, su utilidad ha hecho que sobrevivamos como especie. A día de hoy ya no nos tenemos que preocupar por sobrevivir, pero el miedo sigue con nosotros. Ahora sentimos miedo por otra serie de cosas ya no tan ligadas a la supervivencia pero este sentimiento nos sigue siendo útil para afrontar diferentes situaciones. El problema radica cuando nuestros miedos nos impiden o limitan llevar a cabo nuestra vida con normalidad.
¿Qué son los miedos irracionales?
La sensación de miedo viene producida por un estímulo real que resulta amenazante. Por ejemplo, tenerle miedo a las alturas. Cuando nos encontramos en lugares altos podríamos caer al vacío. Es una situación que amenaza a nuestra supervivencia y en la que es adaptativo sentir miedo. Por el contrario, el miedo irracional es aquel que sentimos ante estímulos que no suponen amenaza para la vida. Sentir miedo cuando vemos un caracol no parece que sea muy adaptativo para nuestra supervivencia aunque el miedo que sentimos es real. Estos miedos son condicionados, es decir, no vienen «de fábrica» sino que son miedos aprendidos. En algún momento de nuestro pasado, sucedió algo relacionado con el estímulo que nos da miedo y aprendimos a tener miedo. Estos miedos, en muchas ocasiones, se pueden volver limitantes a la hora de llevar una vida normal. Tener miedo a los caracoles no parece muy limitante, pues no todos los días vemos caracoles. Pero, ¿qué pasaría si tengo miedo a hablar en público y me gano la vida como profesora? Como psicóloga en Málaga te expongo algunos tips para afrontar estos miedos irracionales.
¿Qué podemos hacer?
Aprender a gestionar nuestros miedos es fundamental para que no nos limiten en nuestro día a día y no dejemos de hacer aquello que es importante para nosotros. ¿Qué podemos hacer para gestionar el miedo?
REONOCER. Conocer nuestros miedos es el primer paso para poder intervenir sobre ellos. Ser consciente de a qué le tengo miedo. Conocer las sensaciones físicas asociadas a la emoción y saber en qué consiste la experiencia de miedo. Cuando soy consciente de todo esto me resultará más sencillo reconocer mi sentimiento de miedo. Si nos familiarizamos con esto, nos resultará más fácil gestionarlo.
ACEPTAR. ¿Qué haces o dejas de hacer para evitar tus miedos? ¿Te está sirviendo de algo? ¿Cómo se ve limitada tu vida? Querer evitar o hacer que desaparezca el sentimiento de miedo es el primer error para poder afrontarlo, sencillamente porque no podemos eliminar emociones. Aceptar que sentimos miedo ante ciertas situaciones o estímulos nos ayudará a poder estar en contacto con aquello a lo que tememos y ver que no pasa nada por ello. La emoción de miedo es solo eso, una emoción y debemos aprender a vivir con ella.
ACTUAR EN FUNCIÓN A NUESTROS VALORES. Seguir haciendo aquello que es importante para nosotros a pesar del sentimiento de miedo. Cuando dejamos de hacer aquello que es valioso para nosotros aparece el malestar. De esta forma, sumamos el sentimiento de malestar a la emoción de miedo, por lo que me sentiré mal doblemente: por sentir miedo y por dejar de hacer aquello que quiero hacer. Debemos pues prender a vivir a pesar de nuestro miedo.
Si necesitas ayuda no dudes en ponerte en contacto con nosotros. En Casaleiz Psicología estamos a tu lado para cuando nos necesites.
por admin | Jun 8, 2021 | Aceptación, Ansiedad, Habilidades sociales, Mindfulness, Resiliencia
Cuando hablamos de resiliencia estamos hablando de la capacidad que tiene una persona para adaptarse y superar circunstancias traumáticas, una pérdida, problemas personales, situaciones estresantes… Y, ya no sólo hablamos de adaptación y gestión de este tipo de situaciones, sino que la persona resiliente, además, sabe sacar partido de esta situación difícil, lo cual le ayudará a la gestión de desgracias futuras.
Características de una persona resiliente
Una persona resiliente es aquella que posee y afronta la vida desde un locus de control interno. Gestionar los problemas desde un locus interno significa que la persona toma responsabilidad de sus actos en consecuencia del evento a gestionar. Acepta la situación, valora los recursos que posee para hacer frente a la misma y actúa en consecuencia tomando el control de la situación. En contraposición, gestionar desde un locus de control externo supone resignación ante la situación complicada, lo que hace que la persona asuma un papel pasivo ante sus problemas.
Mejorando nuestra resiliencia
La resiliencia es una capacidad que puede ser entrenada. Podemos cambiar nuestra visión y gestión hacia un locus de control interno. Algunas claves para desarrollar la resiliencia son el autoconocimiento y el reconocimiento y gestión emocional. Conociendo nuestro estado interno y sabiendo de qué recursos disponemos para hacer frente a la situación problemática en cuestión podremos adoptar una actitud positiva y activa en la resolución del mismo. Aceptar la situación es también fundamental para la toma de acción en contraposición de la resignación y actitud pasiva. La flexibilidad, saber adaptarnos a diferentes circunstancias y adoptar una actitud positiva frente al problema fomenta también la resiliencia. Por último, la práctica de mindfulness y la meditación para fomentar ese autoconocimiento y gestión emocional es fundamental para desarrollar nuestra resiliencia.
La forma en la que la persona gestiona los problemas vitales de manera resiliente se ve traducido en una mejor salud mental y calidad de vida.
por admin | May 3, 2021 | Aceptación, Ansiedad, Defusión, psicología, rumiacion
¿Qué es la rumiación?
Cuando hablamos de rumiación hacemos referencia a un pensamiento repetitivo y excesivo de naturaleza negativo o catastrofista sobre un asunto que nos preocupa. La persona con pensamiento rumiante tiene una actitud pasiva con respecto a sus rumiaciones, es decir, no percibe que tenga control sobre ellas. De esta forma se deja llevar en su pensamiento circular. Muchas veces este bucle se vuelve adictivo, cuantas más vueltas le damos a un asunto más vueltas queremos darle, a pesar del malestar que esto genera. Un ejemplo de esto sería cuando escuchamos una canción y no podemos «quitárnosla» de la cabeza durante horas o incluso días. La cantamos y la cantamos a pesar de estar cansados de ella y parece que no se va a ir de nuestra cabeza nunca hasta que sin darnos cuenta dejamos de cantarla. Pero, con otro tipo de pensamientos no resulta tan sencillo.
¿Pasado o futuro?
Nuestro pensamiento rumiante puede estar enfocado en dos tiempo: el pasado y el futuro. Cuando hablamos de rumiaciones en relación a acontecimientos pasados, generalmente le damos vueltas a situaciones en las que podríamos o hubiéramos querido actuar de manera diferente, donde el sentimiento principal que nos afecta es la culpa. Otras veces son situaciones que no llegamos a comprender bien por qué pasaron e intentamos buscarle una explicación a toda costa porque pensamos que si le encontramos una explicación a lo que pasó nos ayudaría a aceptar dicha situación.
Pero esto casi nunca funciona así. Cuando nuestro pensamiento rumiante está enfocado en situaciones futuras, lo general es anticipar situaciones y entrar en bucle sobre las consecuencias de que se produzca tal u otra situación. Nuestros pensamientos son de tipo anticipatorio y predictivo pero no tenemos certeza de lo que pasará, y así alimentamos el bucle creando posibles escenarios y cómo poder afrontar cada uno de ellos. Generalmente es peor el impacto psicológico producido por la rumiación que por el problema en sí.
¿Qué podemos hacer?
Las personas con pensamiento rumiativo tienen más posibilidad de padecer depresión y/o ansiedad. ¿Podemos hacer algo para lidiar con estas rumiaciones? La respuesta es sí. En primer lugar es muy importante detectar y darnos cuenta de cuando estamos entrando en bucle con nuestros pensamientos. Tomar consciencia de nuestros pensamientos nos ayudará a poder tomar acción sobre ellos. Una vez que nos damos cuenta que estamos rumiando podemos cambiar nuestro foco de atención, es decir, llevar nuestra atención hacia otra cosa, como la tarea que estemos desempeñando en ese momento. Una vez que tomamos el control de nuestra atención podremos cortar estos bucles tantas veces como sea necesario,
Practicar la defusión de nuestros pensamientos es un trabajo muy útil. No hay que darle credibilidad a nuestra mente. De igual forma, aceptar lo que no podemos cambiar del pasado y que no tenemos control sobre el futuro nos ayudará a gestionar nuestro malestar de manera diferente y más adaptativa.
Si crees que necesitas ayuda es muy importante contactar con un profesional de la psicología.
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